Nos llega información de última hora sobre el éxito alcanzado en España por el programa médico de trasplantes de órganos de personas en el año 2024. Las cifras son reveladoras. Se ha alcanzado la elevada cantidad de 6400 trasplantes de órganos en los hospitales españoles, porque previamente se han concedido equivalente número de donaciones de órganos de personas fallecidas, y en algunos casos vivas.
Estos datos convierten a España en la primera nación del mundo en número de trasplantes de órganos, y no es algo puntual. De forma consecutiva, y a lo largo de los 26 años precedentes, nuestro país ocupa la primera plaza en todo el mundo de donaciones de órganos útiles para posteriores trasplantes de riñón, corazón, pulmones, hígado, páncreas, córneas, piel, entre los más frecuentes, a otras personas vivas que tienen dañados algunos de sus órganos, y los recibidos les resultan compatibles. Es un honor también para la Universidad de Salamanca que la hematóloga y directora general del programa nacional de trasplantes del Ministerio de Sanidad, Beatriz Domínguez-Gil, realizara sus primeros estudios de secundaria y medicina en Salamanca.
Este programa de trasplantes de órganos y tejidos es una de las joyas de la corona de la sanidad pública española, y es viva expresión del clima de generosidad que vive nuestra sociedad en este capítulo de la sensibilidad pública ante el dolor ajeno y el apoyo mutuo prestado por alguien que está dispuesto a hacerlo. Según destacan encuestas públicas específicas, ocho de cada diez españoles, en el momento de fallecer, están (mos) dispuestos a donar sus órganos, siempre que puedan ser de utilidad para otros enfermos.
A veces se manejan tópicos infundados sobre la extendida superficialidad en las conductas de los jóvenes, su egoísmo, superficialidad de conductas e individualismo. Sin ocultar que siempre, y ahora también, en las prácticas sociales coexisten conductas insolidarias con otras comprometidas y empáticas con el dolor ajeno, ahora es legítimo subrayar que deben tomarse en cuenta actitudes y hechos que hablan de solidaridad, entre personas adultas y mayores, pero también entre los jóvenes. El fenómeno de las donaciones de órganos para la ciencia, la sanidad y la prolongación de otras personas, a veces completamente desconocidas, habla por sí solo.
Si nos centramos en observar de manera más concreta lo que ocurre en las instituciones de educación superior, entre los jóvenes universitarios hoy podemos observar todo tipo de situaciones insolidarias, pero también, al mismo tiempo, otras conductas, las que hablan de compromiso y generosidad con los demás. Un ejemplo muy visible de lo que decimos, entre otros posibles, ha sido la respuesta masiva de los jóvenes universitarios españoles ante el drama ocasionado por la DANA de Valencia, ocurrida a finales del mes de octubre de 2024. Resultaba espectacular y emocionante ver cómo se encaminaban miles de jóvenes solidarios, muchos de ellos universitarios, a luchar en medio del barro por los derechos básicos de las personas afectadas en aquel drama colectivo, que necesitaban una respuesta urgente.
Los valores de la ciudadanía solidaria se construyen por la confluencia de muchos factores, ya sean lo vivido y aprendido en la familia, lo cultivado y compartido en la escuela obligatoria en variadas experiencias programadas para el fomento de la solidaridad y la ciudadanía por los equipos docentes, en los grupos de socialización juvenil, en experiencias emanadas de las vivencias religiosas de cada cual, en el devenir de la vida que circula a nuestro alrededor a través de los medios de comunicación, en los procesos de información presentes en redes sociales (que a veces también gozan de contenidos serios y amables, y no son pura perversión).
Las universidades también tienen su campo de acción posible entre los estudiantes, los profesores y el personal de apoyo a la docencia y la investigación, en el fomento de la sensibilidad y compromiso ciudadano, en especial con quienes más necesitan, por razones de extracción social, procedencia geográfica y cultural diversa, o como en el caso que aquí nos ocupa, el de los trasplantes, por razones de enfermedad grave que pueda subsanarse, si se consigue encontrar la solución de un donante del órgano que falla, del grupo sanguíneo que se precisa y que sea compatible con el que cada uno tenemos, del tejido o de la médula o sustancia que pueda ayudar a vivir a otros, si se dan las condiciones adecuadas.
Los servicios de Acción social de las universidades funcionan cada día mejor, con más eficacia y amplitud que nunca, contando con el apoyo de las autoridades académicas, la actitud colaboradora de los sindicatos de enseñantes y del PAS, así como de las organizaciones y asociaciones estudiantiles reconocidas. Al menos si nos referimos a las universidades públicas, porque entre las privadas son muchas las que van exclusiva y escandalosamente al puro negocio, al mercadeo de títulos y obtención de divisas y se olvidan de cuestiones tan básicas como las enunciadas, propuestas desde el discurso de la solidaridad.
Uno se alegra cuando ve aparecer en los pasillos del centro universitario la camilla de donaciones y el personal de apoyo y son varios los estudiantes, profesores o personl de apoyo que se proponen como donantes. Es ilusionante desde una lectura cívica y moral de las conductas de universitarios las respuestas de acogida, cuando aparecen en los tablones de anuncios de las Facultades informaciones sobre una próxima visita del servicio de extracción de sangre, de una campaña de difusión sobre la donación de médula ósea, de entrega generosa de tejidos o de órganos que se requieren para algún tipo de trasplante en los hospitales, o de la permanente invitación a colaborar en la lucha contra el cáncer.
Es obvio que los poderes públicos son los principales responsables de la correcta organización de estos procedimientos sanitarios y sociales, pero no son los únicos. En el campo concreto de los trasplantes de órganos, tejidos o médula es deseable una campaña permanente de tipo informativo y solidario para los jóvenes universitarios, quienes ellos mismos o sus familias podrán erigirse en donantes o receptores de órganos vitales para la salud de quien necesite el trasplante, cuando menos lo piensen, de forma inesperada.
Volvemos a insistir en la importancia de cultivar el espíritu generoso y la educación en valores y de la aportación permanente a la ciudadanía activa en la sociedad próxima o allá donde aparezca la necesidad, el ancho mundo.
La universidad tiene también su punto de responsabilidad en el tema de los trasplantes. Lo viene haciendo bien, pero la universidad no debe ser conformista, debe mantener una acción sostenida en los ámbitos de la docencia y la investigación, en su proyección y compromiso social respecto a esta contribución de la mejora de la sociedad que repreentan los trasplantes de órganos.