Hace muy pocas semanas, los pasados 29 y 30 de mayo del presente 2024, se han reunido en la capital de Albania, Tirana, los altos responsables de la educación superior de los países miembros de la Unión Europea, y a la que se han incorporado algunos más que conforman el área más amplia de otros países que juntos configuran el Espacio Europeo de Educación Superior.
No es casual que los ministros y altos responsables de universidades y de la educación superior en Europa se hayan encontrado en un lugar como Albania, que hasta hace muy poco tiempo permanecía invisible y hermético a los cambios, heredando un modelo de sociedad y administración pública situado durante décadas en el contexto estalinista, siempre tutelado por la antigua Unión Soviética. Albania era un país casi desconocido y aislado a todas las influencias y posibles “contaminaciones” ideológicas culturales procedentes de Occidente, de la Europa de las democracias libres. De ahí que resulte esperanzador para los albaneses, y para el conjunto de los europeos, la celebración en su territorio de reuniones y congresos de ida y vuelta para las políticas educativas europeas, en esta ocasión las educativas, porque todos salimos beneficiados.
En esta reunión de política universitaria celebrada en Tirana se acordó redactar y aprobar un documento, o declaración consensuada, relativa a los avances logrados hasta el presente, actuaciones inmediatas y retos para el futuro respecto a la educación superior en los países miembros que comparten el Espacio Europeo de Educación Superior, y de Investigación.
En otro encuentro precedente, celebrado en Roma en 2020, se avanzaba sobre algunos aspectos que en la actualidad deben ir tomando carta de naturaleza en las políticas universitarias y de educación superior de los países participantes.
Después de valorar el inmenso avance alcanzado con el programa Erasmus, creado en 1985, y con otros proyectos subsidiarios relativos a la investigación compartida, o proyectados sobre la formación de profesores e intercambio de estudiantes adolescentes del subsistema educativo previo de la educación secundaria y la formación profesional, este documento declarativo pone su acento en nuevos retos que deben asumir los centros, profesores e investigadores europeos de educación superior, pero sobre todo los responsables de las políticas universitarias.
El texto ocupa una extensión de nueve páginas, en él se argumenta y justifica la toma de posición que los ministros y responsables de educación superior, allí presentes, en representación de sus respectivos países, deben adoptar en sus políticas nacionales. Se detiene en argumentar la importancia que para Europa tiene la garantía de políticas sociales con los estudiantes. Sobre todo, cuando se cierne sobre las políticas europeas conjuntas un tenebroso panorama de recortes sociales en favor de políticas cada vez más ultraliberales, que perjudican a los estudiantes socialmente más débiles, que se respaldan en opciones políticas emergentes que no creen en Europa. Parece que estamos asistiendo a la entrada de un “caballo de Troya” que desea destruir Europa desde dentro, desde los gobiernos ultraconservadores de algunos países, con políticas sociales muy alejadas de una de las señas de identidad del ideario europeo.
La creación de la Unión Europea, al fin, superó en su día la inicial razón de orden económico que la justificó en los años de los tratados fundacionales de Roma en 1958. Más tarde se avanzó hacia un orden político superior, que casi llegó a tocar con los dedos la formulación de una Constitución aplicable para toda Europa. En este contexto nació el programa Erasmus hacia 1985, y en el 2000 se formula la Declaración de Bolonia, que tanto impacto ha ejercido en la organización y pedagogía universitaria europea desde entonces hasta nuestros días.
Los participantes en la reunión y declaración de Tirana, además de lo logrado hasta el presente, sugieren una especial atención a la incorporación de políticas universitarias que incluyan de forma transversal el paradigma ecológico (en docencia, investigación y gestión), en proximidad a la política general emprendida para la protección del medio ambiente y la salud de los europeos. Las universidades deben asumir un compromiso más decidido aún por el bienestar ciudadano medioambiental y por la formación e investigación de expertos en este campo.
También se aborda el nuevo significado que en los centros universitarios representa el impacto tecnológico y la Inteligencia Artificial, como expresión de los avances y nuevas realidades técnicas y sociales que afectan directamente a las tareas formativas e investigadoras de los centros de educación superior de toda Europa.
Los pasos dados en la construcción de Europa son lentos, pero imprescindibles para tejer un conjunto de realidades tan dispersas y diversas, y para continuar ejerciendo de líder mundial en la defensa de un modelo humanista de sociedad y de universidad.
Albania no solo es un viejo país anclado en la ausencia de conexiones, que comienza a salir de un largo letargo e invierno ideológico. Tampoco es solamente un pequeño país del área Mediterránea que a veces sabemos que existe por sus equipos de fútbol que participan en competiciones europeas. Hoy Albania es otro modesto ejemplo de un pequeño pais que acoge con esperanza e ilusión la posibilidad de irse incorporando al mundo de la educación superior con el modelo europeo. La declaración de Tirana es una muestra fecunda de este proyecto europeo común, incluida Albania.