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Diretor Fundador: João Ruivo Diretor: João Carrega Ano: XXVII

Opinião EL NUMERO DE LOS ESTUDIANTES

En el mundo de los seres vivos el número de sus miembros es siempre decisivo, ya sea para su continuidad como especie, para su alimentación, defensa de sus componentes, posición ocupada en el orden establecido por la naturaleza en su extenso y alargado proceso evolutivo. Así ocurre con las plantas, con todo tipo de animales, que deben disponer de una masa relativamente sólida de elementos vivos para no ser anulados por la dinámica y controversia competitiva que la naturaleza ha establecido entre ellos.
Si nos referimos al género humano, sabemos que la vida y continuidad del individuo solo es posible en sociedad, al abrigo de alguno de sus diferentes espacios de acogida, nutrición, educación para la vida. Así es el camino trazado para el niño, para hombres y mujeres, dada la enorme debilidad natural que al inicio tiene la vida humana, y al fin porque la persona solo es posible que crezca desde una construcción social, desde los grupos de individuos organizados que los hombres han ido configurando y manteniendo a lo largo de los siglos. De ahí van surgiendo todas las instituciones que componen las sociedades, por muy diferentes o antagónicas que parezcan. El número de sus activos, las dimensiones humanas de sus servicios, por ejemplo los educativos y universitarios, establece condiciones previas de éxito, fracaso, viabilidad, desaparición o continuidad para tales establecimientos. Las dimensiones de una universidad, en cualquier país del mundo, vienen a resultar una condición previa para el análisis y comprensión de la misma.
Así ocurre desde el origen mismo de las universidades en la Edad Media de Europa, hasta nuestros días, cuando ya es aplicable la reflexión para los cinco continentes porque es una institución implantada por todo el mundo. Fue así en Bolonia, Paris, Oxford o la Universidad de Salamanca del siglo XIII y lo es en los miles de universidades y centros de educación superior que se sostienen vivas en todas partes.
Una universidad debe poseer ciertas dimensiones para que sea viable, en primer lugar porque ha sido creada si en el contexto que la acoge existe una demanda de servicios formativos, en el caso de que sea de iniciativa pública. Y de otra manera ocurre algo parecido si nos referimos a un establecimiento mercantil o privado, pensado para el negocio ( o la influencia ideológica o religiosa), pues si no es posible el negocio o no se cumplen los objetivos propuestos sus patrocinadores o inversores lo hacen desaparecer.
Las dimensiones de una universidad hoy vienen dadas por el número de sus estudiantes de grado, máster y doctorado, por el número y calidad de sus profesores, por los grupos y equipos de investigación que funcionan con vitalidad en su seno, y por los componentes personales de apoyo para mantener los muchos servicios técnicos, administrativos, sociales que en nuestros días hacen posible una universidad digna y atractiva. Pero el punto de partida de una universidad, que quede muy claro, lo hace posible el estudiante, la masa de miles de estudiantes que forman ese establecimiento de educación superior.
En otras ocasiones podemos hablar de la tipología de los estudiantes, si son hombres o mujeres, si proceden de la ciudad donde está instalada la universidad o lo hacen desde regiones geográficas próximas, desde el mismo país, o desde el extranjero, si lo hacen de manera física y presencial o utilizan servicios y modalidades de enseñanza a distancia o por la vía digital. Cada una de esas variables nos ayudan a comprender mejor el perfil de una universidad de nuestro tiempo.
Pero el número total de los estudiantes que se inscriben en una universidad es el punto de partida. Lo es en función de las carreras elegidas para su formación y titulación de licenciatura o grado, para su especialización en un máster, o para el inicio en la investigación y tal vez su elaboración de tesis doctoral. El número total de estudiantes es decisivo para optar a una mejor financiación procedente de las instituciones públicas, o para recaudar fondos para la especialización o la investigación. El número de estudiantes es imprescindible para comprender la adecuada configuración de la llamada “masa crítica” de los componentes de una universidad, de sus profesores e investigadores, y de los servicios complementarios que ofrece la institución. El número de estudiantes de una universidad es clave para alcanzar a comprender el impacto social y económico que el establecimiento educativo ejerce sobre el entorno próximo, o sobre la influencia institucional y científica hacia el exterior, o la proyección pública de dicha universidad.
Llegados a este punto podríamos llegar a pensar que cuantos más alumnos, cuanto más grande es una universidad mejor es la institución en el concierto comparativo que van estableciendo el tiempo y los rankings actuales, tan de moda y a veces tan inexactos. En algunos países se establece esa categoría de éxito para sus universidades, y así, una universidad de más de cien mil estudiantes es la mejor, cuando no es así reconocida por los analistas. También sabemos que una universidad muy pequeña por el número de sus estudiantes corre el riesgo de su viabilidad, de pasar social y científicamente desapercibida, de no aparecer reconocida en ninguna escala de valoración ni de proyección públicas.
Podríamos formularnos, para terminar, esta pregunta: ¿Existe un número ideal de estudiantes de una universidad para poder considerarla como tal, como de excelencia? En nuestro tiempo las universidades, además de la oferta de carreras básicas, se van especializando en carreras, en grupos de investigación, en servicios de atención al universitario, por lo que resulta imposible establecer un diagnóstico certero que nos lleve a concluir que entre 20.000 y 30.000 estudiantes es un número adecuado, suficiente para mantener una adecuada masa crítica de profesores e investigadores, una oferta digna y especializada de carreras, facultades e institutos de investigación, servicios deportivos, servicios sociales para estudiantes, de personal de administración y servicios.
Seguramente no existe un número ideal de componentes para la universidad que propugnamos, como no existía un número de habitantes para la ciudad y la República ideal de Platón en la Grecia del siglo V (a.X). El filósofo ateniense se atrevió a sugerir que su ciudad ideal debía ser manejable , gobernable desde una mirada de proximidad, para que su gobierno no resultase difícil, desarbolado e imposible. Tal vez ese criterio de racionalidad política y administrativa en las dimensiones deseables nos pueda ayudar a pensar en una universidad ideal, si es que esta fuera posible, y siempre atenta al entorno donde nace y crece.

José María Hernández Díaz
Professor Catedrático | Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es