La reciente aprobación por el Consejo de Gobierno de la Universidad de Salamanca de una cátedra especial extraordinaria sobre Marruecos nos invita a reflexionar sobre el sentido de estas cátedras especiales, de las que las diferentes universidades se van dotando, ya sea de forma permanente o transitoria.
Con independencia de que en este caso sea el gobierno de Marruecos, un reino semi medieval en muchas de sus formas de actuar y organizarse, donde escasean los respetos y acuerdos sobre los derechos humanos, el interesado en aceptar y sostener parcialmente esta cátedra por razones estratégicas de su política exterior expansionista, como lo es la ocupación violenta y posterior incorporación territorial del Sáhara Occidental a sus fronteras, hemos de pensar el tema de estas cátedras desde la perspectiva de una institución universitaria.
Son muchas las universidades del mundo que han adoptado el modelo de las cátedras especiales para fomentar el estudio y proyección exterior de determinados saberes, campos científicos, intereses académicos o relaciones hacia sectores empresariales, áreas políticas, a veces con carácter internacional.
Las cátedras extraordinarias se articulan como instrumentos de colaboración de una universidad con empresas, fundaciones, asociaciones, centros de investigación, administraciones públicas, así como con otras entidades públicas o privadas o personas jurídicas.
Una cátedra especial suele ser el resultado de un acuerdo y firma de convenio, de duración y vigencia limitada o prorrogable, entre una institución externa y el establecimiento universitario. En el texto del acuerdo de creación de una cátedra especial se incorporan objetivos a cumplir, líneas de actividades a realizar, plazos que deben respetarse, sistemas de financiación previstos y un equipo de personas que animará la iniciativa, generalmente académicos de prestigio. Las cátedras extraordinarias o especiales tienen como fin la realización de actividades de investigación, formación, divulgación y/o transferencia de conocimientos en un área cultural, científica o técnica de interés común y durante un tiempo determinado.
Conocemos y funcionan, de manera más y menos activa, un número amplio de cátedras especiales extraordinarias que se han creado y sostenido, con diferente éxito, en muchas instituciones de educación superior. Unas se focalizan en el pensamiento de Francisco de Vitoria, de corte jurídico y filosófico, y otras en la obra literaria, política y de pensamiento de Miguel de Unamuno. Unas se dirigen al fomento de emprendedores entre los universitarios y otras hacia la poesía, como la nominada Pablo Neruda, destinada a fomentar los estudios de literatura y creación poética y la proyección de la cultura chilena en España. Unas cátedras de este tipo buscan una orientación europea, como la cátedra Jean Monnet, y otras cátedras funcionan por acuerdo del Ministerio de Defensa, como la del Almirante Martin Granizo, para fomentar estudios e investigaciones sobre temas estratégicos de la defensa, ya sean de armamento, geopolítica militar o espacios de colaboración con la sociedad civil para tiempos de guerra. Otras cátedras extraordinarias funcionan en la universidad por acuerdo con la Fundación Grünental para el estudio del dolor. Unas van dedicadas a los estudios de música renacentista, como la dedicada al músico Francisco Salinas, y otras a los estudios y prácticas teatrales, como la de Recuerda, ya sean del teatro clásico o del teatro de vanguardia. Unas cátedras extraordinarias van destinadas a la investigación y difusión de las políticas mediterráneas, y otras como la de Antonio Tovar a las lenguas indígenas amerindias. Podríamos continuar enumerando un importante número de cátedras extraordinarias, que poseen nombres y apellidos concretos, y por supuesto funciones formativas e investigadoras muy determinadas en universidades de todo tipo.
Es cierto que la instalación de una cátedra especial o extraordinaria es fruto de la gestión de alguien que es capaz de concitar intereses mutuos entre dos instituciones (la universidad y otra de la sociedad civil, eclesiástica o militar) en torno a una temática que busca ser una respuesta a demandas sociales, científicas o humanitarias, y que garantizan una financiación suficiente de las actividades programadas o en proyecto dentro del campo que se asigna a la cátedra especial.
Pero también conviene advertir, y conocemos más de una de ellas, que se corre el riesgo de convertirlas en un espacio demasiado personalizado o adscrito a un pequeño grupo profesional, ideológico, político o religioso. De ahí que el funcionamiento de dichas cátedras extraordinarias precise de un cierto control ejercido desde la universidad donde se ubican, para evitar males mayores, porque desde una institución pública debe procurarse el bien común, el más amplio y extenso posible, en este caso de un sector científico, artístico, social o humanitario. El riesgo de apropiación privada o individual de un bien pública lamentablemente es más frecuente de lo deseable. Debe evitarse que algunas de estas cátedras especiales deriven en chiringuitos cerrados, opacos e inaccesibles, puestos al servicio exclusivo de particulares, y no al del conjunto de la institución y la sociedad que la entorna.
Una cátedra extraordinaria tiene el deber de ofrecer estudios, cursos, docencia, conferencias, investigaciones de la más elevada calidad dentro de su especialidad, pero sin concitar controversias o solapamientos con la tarea científica, investigadora, docente y profesional que desempeñan otros catedráticos, grupos de investigación, institutos especializados, departamentos y áreas de conocimiento que componen la universidad. Además, sería deseable que cultiven, en la medida de lo posible, una concepción interdisciplinar sobre su objeto científico de atención.