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Opinião Polinizar la universidad o mantener la endogamia

Uno de los más graves problemas que padece la universidad española contemporánea, y también la de algunos países de nuestro entorno, es el conocido como el de la endogamia universitaria. Nos referimos al sistema de contratación y acceso a la profesión de los docentes universitarios, de los profesores.
Es bien sabido, y nosotros lo respaldamos así, que el éxito de una institución educativa, y por supuesto la universitaria, se asienta en gran medida en la calidad de sus profesores. Pero con frecuencia esa calidad se ve condicionada o mediatizada por el sistema utilizado en la selección de los profesores, que se apoya de forma sistemática en la denominada endogamia universitaria. Es decir, que se reproduce desde su interior, sin conceder apenas entradas diferentes de profesores que procedan del exterior.
Este mecanismo de reproducción endogámica (seleccionar para la continuidad de la institución universitaria a miembros formados y criados en la misma institución) es un mal profundo que la pervierte y degrada, porque no entra a reanimarla y vitalizarla con sangre nueva, con savia distinta que la alimente y enriquezca.
Más aún, en nuestras universidades se dan casos flagrantes de nepotismo universitario (contratar o seleccionar como profesores a miembros de la misma familia sanguínea, a veces en el mismo departamento). No me ponga el lector en el aprieto de dar nombres y apellidos concretos como ejemplos fehacientes de lo que escribo, pero puedo hablar de varias muestras (utilizaré ahora solo dos que conozco bien) : profesor (catedrático) y esposa (titular), que buscan por los medios más inverosímiles , y nada transparentes, que sus dos hijos sean contratados como profesores en otras dos Facultades de la misma universidad, contando con la anuencia (el silencio o la mirada a otra parte) de responsables de Departamentos, Decanos, incluso de autoridades de Rectorado. O el caso de un Departamento (grupo de investigación, desde luego), Escuela Técnica o Facultad, donde todo se decide a la hora de la cena en familia, porque el pequeño Departamento está conformado por padre, dos hijos, nuera y algún profesor adlátere o despistado, que pronto se ve forzado (por las buenas o por las bravas) a integrarse en ese circuito familiar cerrado. Los ejemplos salen a patadas, dando un puntapié a una piedra, sin especial esfuerzo.
En el reino animal y en el vegetal, en el de los seres vivos, la endogamia es siempre empobrecedora sobre y para la vitalidad de las generaciones posteriores. Por ello los agricultores y ganaderos cambian e intercambian semillas venidas de otros lugares, se cruzan animales de otras procedencias genéticas, para que la sangre no vaya debilitándose. Incluso existe una especie de simbiosis enriquecedora , como la que mantienen los insectos, y en especial las abejas, cuando polinizan plantas, flores, frutales, para dinamizar la vida y producción final de sus frutos, y evitar así la caída, el empobrecimiento de la especie animal o vegetal. Y entre los humanos también sabemos, y es especialmente conocido, que la endogamia familiar es genéticamente complicada y suele conducir a visibles malformaciones de los hijos o parientes cercanos.
Algo parecido debería suceder en la universidad, que debe ser por encima de todo un organismo social vivo y saludable, activo y dinámico, no sólo por la aportación de sus estudiantes y personal de apoyo, sino en primer lugar por parte de sus profesores, que deben ser de la máxima calidad y excelencia posibles.
El problema no tiene fácil solución, aunque existe, ¡claro que sí!. Cuanto antes es preciso comenzar a poner remedio a esta degradación creciente que representa la endogamia universitaria. Hay que eliminarla, pero sustituyéndola por una auténtica polinización externa, es decir, con la llegada de profesores brillantes jóvenes ( o seniors) procedentes de otras universidades, centros de investigación, centros de formación, ya sean españoles o europeos, ya sean de otras latitudes.
Los programas que la normativa universitaria española viene utilizando para intentar corregir esta perversión del sistema de selección de profesores, hasta ahora, no han dado frutos ni resultados apreciables. Las medidas adoptadas hasta el presente son insuficientes, porque la picaresca administrativa ha usado y abusado de mil fórmulas para evitar que nadie se mueva de su silla, para garantizar que el alumno elegido (seguramente brillante también, aunque no siempre), pueda continuar anclado a su espacio seguro y considerado como propio desde el inicio de la carrera universitaria. Este es el gran drama y perversión empobrecedora de nuestra universidad contemporánea, sometida al dictamen burocrático de las voluntades y directrices de quienes más peso, poder e influencia tienen en la vida cotidiana de una universidad.
Entre nosotros, además, en lo que conocemos de la redacción del proyecto de nueva Ley de Reforma Universitaria (no sabemos cómo se llamará al fin), impulsada por el ministro de Universidades, sr. Castells, tampoco se aborda con seriedad este asunto, y viene a quedar como está, es decir pudriéndose nuestras universidades, con frecuencia apoyada en discutibles anuencias sindicales. A veces incluso se aduce la autonomía universitaria, y desde luego las políticas universitarias propias de las Comunidades Autónomas, para no ir más allá en la defensa de una selección de profesores que resulte ser enriquecedora, polinizadora, capaz de dinamizar más y mejor la languidez en que con frecuencia se mueven nuestras vidas universitarias, cargadas de familiarismos, nepotismos, intereses particulares, diferentes a los científicos.
La universidad, cada universidad, debiera ser más atrevida e impulsar más y mejores programas de acogida y selección de docentes e investigadores reconocidos y procedentes de otros ámbitos universitarios, sean de España , Europa o cualquier lugar del mundo.
Algunas universidades comienzan a aplicarlo así, y ello se percibe a través de muchos indicadores de productividad docente e investigadora a medio plazo. Por ejemplo, ¿Por qué no primar en cualquier proceso de selección de profesores a quien viene de fuera, en igualdad de condiciones con un candidato del propio corral, o a la inversa, penalizar a quien no se ha movido? ¿Por qué no obligar, por ley y con carácter general, a que todos los candidatos a una plaza de profesor universitario ordinario deban pasar una larga temporada de al menos tres años en universidades diferentes, extranjeras o no, antes de intentar reincorporarse a su universidad de origen? ¿Por qué no avanzar más en programas de reincorporación de profesores e investigadores jóvenes o seniors brillantes, con buena financiación y garantías de continuidad?
La universidad española precisa de sangre nueva entre sus profesores para que sea posible y mejor su vitalidad mediante esta polinización venida de otras fuentes de conocimiento.

José Maria Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es