Por fortuna queda muy alejado en el tiempo aquel secular modelo de universidad concebido como el espacio de distinción social destinado a la formación de clérigos y elites nobiliarias, así como a pequeños sectores sociales que aspiraban desde la universidad a su ascenso social por la vía del clero y de la administración propia de las monarquías. Era una universidad pensada para las minorías, y muy alejada de los intereses reales de la mayoría de la población. Cuando formaba teólogos, filósofos, juristas o médicos lo hacía para beneficio principal de las minorías.
El paso siguiente hacia la universidad contemporánea, representada entre nosotros por el modelo funcionarial o napoleónico, solo produce pequeños cambios, porque continúa siendo una institución de minorías, dedicada en exclusiva a la docencia para formar los funcionarios que precisa el Estado liberal. Todavía no investiga, como lleva a cabo la universidad, humboldtiana, no crea conocimiento, ni se proyecta fuera de sus paredes hacia la sociedad, no se extiende.
La universidad española no es una excepción de estas pautas universales para las universidades de todo el mundo, hasta hace muy pocos años, en que las cosas han cambiado de manera profunda. Hoy la universidad se ha incorporado definitivamente a la misión investigadora, a la extensión universitaria y a la aportación de productos técnicos y sociales que reclaman las demandas para el avance tecnológico e industrial, así como otras de orden social. Nuestras universidades públicas cumplen así un servicio multiforme a la sociedad, representada desde todos sus estratos por los apoyos que ha gestionado el bienestar social dominante. Al menos esto es así en nuestro país, y en los denominados países occidentales.
Además, a partir de 1945 se desencadena en todo el mundo un afán aun mayor por vincular el proceso educativo a todas las edades, y comienza a hablarse de “educación a lo largo de la vida”, el long life learning, que beneficiará a una ingente población adulta, más allá de los años estrictamente escolares. Los centros educativos, incluidas las universidades, deben abrir sus puertas y programas formativos a ciudadanos de todas las edades.
Desde esta doble referencia de fondo se explica el movimiento reciente que impulsa la Unión Europea con las denominadas “enseñanzas microcredenciales”, que deben ser puestas en acción por las universidades a partir de la financiación que representa el programa europeo Nextgeneration, dentro del marco “Plan de Recuperación, transformación y resiliencia”.
Este plan atribuye para España 50 millones de euros, y pasa a denominarse “Plan Microcreds. Plan de acción para el desarrollo de las microcredenciales universitarias”. Desde el Ministerio de Ciencias y Universidades, en colaboración con otros de la administración, se reparte a cada universidad, habiendo llegado también a la Universidad de Salamanca, con un montante de más de dos millones de euros como asignación, bajo la coordinación académica del Dr. Galo Sánchez.
Las midrocredenciales son certificaciones de actividades formativas realizadas en la universidad bajo el formato de cursos breves de formación especializada, que atiende a todos los posibles campos de la empresa, de la técnica, de las necesidades sociales, sanitarias o educativas.
Nos encontramos ante un reto sin precedentes para las acciones formativas de las universidades, que saltan ahora hacia un terreno apenas explorado en el ámbito de la formación permanente de los adultos, de las relaciones con las demandas formativas de las empresas y las diferentes asociaciones profesionales.
Estamos ante un cambio sin precedentes respecto a los modelos tradicionales de universidad y de sus misiones clásicas. Ahora se abre para la universidad un espacio inmenso de presencia y actuación colaborativa con la sociedad en términos totales, y su mundo adulto en concreto. Por ello hay que saludar con optimismo la llegada de este programa que, además de los beneficios estrictamente formativos emanados desde la universidad, debe conducir a mejorar de manera significativa el éxito empresarial y social de todos los países europeos y de sus ciudadanos, beneficiarios del programa de las enseñanzas microcredenciales. La mejora de la formación repercute directamente en el mayor éxito y beneficio de las actuaciones empresariales, de las administraciones y de las asociaciones públicas y particulares.