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Opinião Estudiantes de fuera versus provincianismo

En los primeros momentos de la historia de las universidades, entre finales del siglo XII e inicios del XIII, aquellas nacientes casas de estudio (Bolonia, Paris, Salamanca, Oxford) adoptaron pronto un modelo abierto, receptivo, atractivo por el carácter de universalidad que ofrecían los saberes que impartían a los estudiantes. De ahí que muy pronto algunos de estos establecimientos docentes tenían una gran capacidad de atracción para estudiantes que procedían de fuera de su ciudad o espacio próximo.
Una universidad de aquéllas, entre muchas que nacían, era reconocida como atractiva y de calidad por lo que ofrecían sus maestros en las aulas al impartir los saberes, las ciencias, y también por la calidad de las instalaciones que acogían las enseñanzas y actividades lectivas entre profesores y alumnos. Por poner solamente un ejemplo, la Universidad de Salamanca llegó a acoger en la segunda mitad del siglo XVI a algo más de 7000 estudiantes, cifra de escándalo para la época, y que era un claro exponente de la atracción que representaba y de la calidad de lo que se enseñaba en sus aulas. Otras universidades se situaban en torno a los 150 elementos, y casi de la misma ciudad, o de una misma orden religiosa.
Si damos un salto de siglos, nos situamos en el presente de la universidad, donde uno de los indicadores de calidad que los evaluadores de las instituciones de educación superior siempre toman en cuenta, cuando califican y elaboran su informe final, es precisamente el grado de internacionalización y de procedencia foránea de sus componentes, ya sean estudiantes o profesores.
Una universidad es considerada de inferior calidad cuando se recluye en espacios administrativos y geográficos muy cerrados, cuando se convierte en un establecimiento provinciano o localista. La ciencia en todas sus manifestaciones es apertura, universalidad, es lo contrario a reduccionismo científico y espacio temporal. Ahí se encuentra la clave del éxito o del fracaso de una universidad.
Cuando un joven estudiante finaliza la secundaria y reflexiona con su familia sobre dónde desea estudiar, formarse, obtener una titulación superior para un determinado ejercicio profesional, repasa con calma la oferta que hacen las muchas universidades, públicas y privadas, del mapa del propio país, o de otros fuera de sus fronteras. Entonces, en función de la puntuación obtenida en las pruebas de acceso a la universidad, de la disponibilidad de beca de estudios, o de los recursos económicos de sus padres, elige la mejor de las opciones posibles entre el listado de universidades que se encuentran ahora anunciadas en muchas páginas web, fácilmente accesibles por internet.
Una universidad es académica y socialmente más atractiva, al cabo de los siglos o de varias generaciones, por su oferta de estudios, desde luego, pero también por el clima que se genera entre los estudiantes de variadas procedencias. Este ha resultado ser uno de los grandes hallazgos de las universidades a lo largo del tiempo. Es imperioso, para una universidad que busca ser reconocida en el panorama nacional e internacional, acoger estudiantes de las más variadas procedencias geográficas y culturales. Ello representa riqueza cultural y económica para la ciudad de acogida, pero sobre todo supone ampliar todas las perspectivas de los saberes y las ciencias para los usuarios directos.
De ahí la importancia alcanzada por programas de intercambio de estudiantes y profesores, como el Erasmus, que facilita la movilidad de los alumnos procedentes de los países europeos, sean o no miembros de la Unión Europea, pero también el intercambio de profesores y grupos de investigación procedentes de centenares de universidades, manteniendo una gestión burocrática mínima. En el caso particular interno de España funciona otro programa equivalente, SICUE, que facilita el intercambio entre universidades españolas, entre todos sus agentes, ya sean estudiantes, profesores o personal de apoyo en la administración y en los servicios, al menos entre las 50 universidades públicas que firman los acuerdos de reconocimiento mutuo.
Con independencia, o además, de estos programas oficiales de intercambio, promovidos por las administraciones públicas de educación superior, es imprescindible conceder un peso significativo a la política de becas de apoyo al estudio, para evitar discriminaciones sociales, en caso de que el estudiante deseara realizar estudios universitarios lejos del domicilio familiar.
Pero lo que nunca falla a la hora de elegir universidad es el boca a boca, la comunicación verbal o escrita de proximidad, y también en buena medida el peso de la tradición, que circula de forma natural entre grupos y generaciones.
Existe un factor añadido, no menos importante para los jóvenes estudiantes, que les motiva a optar por desplazarse a otra universidad, a otra ciudad, con independencia del tipo de profesión que deseen elegir y formarse. Nos referimos a la necesaria búsqueda de la autonomía juvenil, a la pérdida necesaria de un vínculo permanente con su familia, que conduce al adolescente hacia procesos de madurez en su condición juvenil. Esta nueva circunstancia lleva al estudiante, cuando llega por primera vez a una ciudad y universidad, a buscar formas nuevas de convivencia, junto a los estudios que emprende. De esta manera, si en el pasado universitario lejano el estudiante optaba por Colegios Mayores, Colegios Menores, residencias, casas de pupilaje, ahora puede optar con libertad por Colegios Mayores, pero también por casas o pisos compartidos con otros estudiantes. Esto lo hacen con naturalidad estos grupos de estudiantes que llegan de fuera, y que no tienen familiares donde residir durante el curso académico. Este estilo de convivencia genera un nuevo clima de aproximación a los saberes y de socialización de los jóvenes, siendo dos procesos en realidad complementarios.
La Universidad de Salamanca es un prototipo de establecimiento con estudiantes de fuera, es poco provinciana, porque resulta atractiva para muchos jóvenes que inician sus estudios, ya sea por la oferta de especialidad en su lugar de origen, en cantidad y en calidad, ya sea también por otras condiciones de vida propias de la ciudad que acoge a la universidad, y que favorece la socialización juvenil. Además, fomenta una cultura vital y formas de vida entre jóvenes estudiantes que también rompen su cordón umbilical con los padres.
Así, en el caso de nuestra universidad, en este curso 2023-24 solamente el 25% de los estudiantes de grado procede de la capital y la provincia, y el 75% viene de otras provincias y regiones españolas, o de otros países. Respecto a los estudiantes de máster los porcentajes son más claros, pues solamente el 20% de ellos procede del entorno, y el resto son de fuera. Y todavía más contundente es el dato que arrojan los inscritos en los estudios de doctorado, donde nada menos que el 83% de los doctorandos es de fuera, y entre estos más del 60% no son españoles. Este poder de atracción de la Universidad de Salamanca apenas precisa comentarios añadidos.

José Maria Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es