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Crónica Salamanca Sexalescencia en la Universidad

18-07-2024

La película titulada “El cielo puede esperar” (1978), protagonizada por Warren Beatly y Julie Christie, anunciaba la realidad visible de una temática que hasta entonces era motivo de chiste o de condescendencia respecto a dos personas, consideradas entonces muy ancianas, que querían apurar la vida, sus afectos, sus elementos lúdicos y también los constructivos. Ante todo deseaban percibir la muerte, el final, con distancia, en lejanía, y nunca con urgencia y obsesiones. Todavía quedaba espacio y tiempo para la vida.
En los últimos cincuenta años esta realidad demográfica y sociológica, que atañe cada día con más intensidad a millones de personas, en especial de los países más desarrollados, ha incrementado de forma espectacular el porcentaje de años de esperanza de vida. Los datos demográficos oficiales del Instituto Nacional de Estadística de España no indican que la esperanza de vida para los varones españoles es de 81 años, y la de las mujeres se eleva hasta los 86, siendo el país del mundo, después de Japón, con mejores indicadores de longevidad.
Además, no se trata solamente de cumplir años, sino de disfrutar de salud y de calidad de vida, en particular hasta los inicios de los 80 años. Por tanto, existe una franja de edad, comprendida entre los 60 y los 80 años, que en la actualidad permite a millones de personas, muchas de ellas jubiladas disponer de condiciones personales y sociales muy favorables para considerar su vida como “productiva”, en el sentido positivo en que utiliza ese término Eric Fromm. En esa edad es cierto que se pueden hacer muchas cosas, mucho más allá de esperar pasiva y pacientemente la llegada de la diosa Parca de los romanos, de llenar el tiempo disponible de forma insustancial antes de la muerte.
Todo lo contrario, pues cada vez es más visible en nuestro espacio sociocultural de Occidente una población de personas, en torno a los 70 años, que percibe su envejecimiento de manera diferente, de forma activa, casi equivalente a la manera en que los adolescentes persiguen sus pasiones y proyectos con una actitud positiva y vital. Es lo que la sociología de los mayores ha comenzado a denominar la sexalescencia, término que describe una etapa de la vida en la que los adultos mayores, generalmente entre los 60 y los 70 años, viven a diario con energía y entusiasmo casi comparables a los de la adolescencia. Cambian las percepciones y las actitudes ante la vida en cualquier de sus expresiones.
¿En qué medida puede el fenómeno de la sexalescencia afectar al modelo de universidad tradicional que conocemos?
La universidad desde hace ya más de ochocientos años se compone básicamente de jóvenes estudiantes (que también ahora prolongan su vínculo de años de estudio con la institución, y lo hacen en todos los países del mundo) y de maestros o profesores, muchos de ellos de edad madura, cuando no provecta. El tope administrativo actual de vida activa profesional en España está situado en los 70 años para los funcionarios de las universidades públicas, si bien en las privadas los márgenes resultan ser mucho más flexibles.
Ahora bien, cambia la sociedad de forma acelerada, también en torno al fenómeno de la sexalescencia, y también lo hace la universidad. La universidad de nuestro tiempo no puede rehuir abordar con seriedad el fenómeno. Por tanto, no solo algunos alumnos ubicados en la sexalescencia cursan ciertos estudios de grado, posgrado y doctorado, y lo hacen con toda naturalidad y de forma creciente en número de usuarios. En muchos programas y planes de estudio, sobre todo de carreras de humanidades y ciencias sociales, todo el campo de la gerontología, de la educación de mayores, de los asuntos de la sexalescencia, han penetrado y se están cultivando con intensidad, a veces con fervor.
También se han puesto en funcionamiento, desde hace ya más de 30 años programas específicos que desde las universidades atienden a la formación y actualización de personas de más de 55 o 60 años, conocidos como la “Universidad de la Experiencia”. Es un programa ad hoc, específico, que cada universidad establece con una gran flexibilidad, y que en la actualidad ya alcanza en España a varios miles de “sexalescentes”, personas mayores con ganas de vivir y de aprender, muy motivados.
Desde otra de las misiones de la universidad, como es la investigación, nuestro establecimiento de educación superior tiene la obligación de explorar e investigar todos los asuntos que afecten a los hombres, y también a los “sexalescentes”. Desde la psicología, la pedagogía, la sociología, por ejemplo, es hoy imprescindible dedicar la pertinente atención a este novedoso campo de estudio, producir conocimiento actualizado, elaborar productos adecuados para la publicación en informes, monografías y revistas científicas que ofrezcan respuestas adecuadas a esta nueva realidad social y pedagógica.
Tiene la universidad, además, la obligación política, social y moral de contribuir a elaborar y diseñar políticas correctas de apoyo y atención a la sexalescencia, en todas sus posibles nuevas demandas, que las administraciones públicas de los diferentes estratos y niveles deben asumir financiar y poner en práctica.

José Maria Hernández Díaz
Universidad de Salamanca jmhd@usal.es
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